27 febrero 2014

Al viento lo que es del pájaro







Por el poeta Marco Antonio Jiménez Gómez del Campo
27 de febrero de 2014.

Quiero agradecer a Aleida que me haya invitado gentilmente a expresar algunas palabras sobre su bello libro Al viento lo que es del pájaro. También a cada uno de ustedes por su presencia. En especial mi gratitud a este establecimiento, Punta del Cielo, porque al abrir su espacio a las manifestaciones culturales está contribuyendo a algo muy valioso: difundir las expresiones artísticas que ennoblecen, que dignifican a nuestro entorno comunitario.

Así es, necesitamos espacios que revitalicen el espíritu, porque, por ejemplo, en nuestro mundo el poder degrada al lenguaje, lo lastima. Los políticos abusan del idioma, lo enferman al emplearlo tóxicamente para el ocultamiento y la falsedad. William Carlos William fue contundente: si el lenguaje se distorsiona, el crimen prospera. Nada más certero considerando el estado actual de las cosas. Afortunadamente contamos con la poesía, la que purifica las palabras y nos restituye su brillo, su luz, su poder liberador.

Por eso celebro que una joven como Aleida responda al llamado de la poesía y venga ahora a ofrecernos su versión de cómo el lenguaje puede iluminarnos, volviéndonos más humanos, más profundos.

Y una de las magias de la poesía es que se abre a múltiples lecturas. Ustedes tendrán la suya propia cuando se adentren en estas páginas de Aleida. Por mi parte, les comparto mi propia lectura.

Advierto que la temática de este poemario posee un núcleo: la exploración existencial. Y en torno a este centro gravitan como planetas psíquicos el insomnio, el tiempo, la ausencia. La voz poética se interroga a sí misma, se busca, se extravía, va del silencio al grito. Quiere hallar en las palabras la revelación que dote de sentido al corazón humano; que dote de significado a su experiencia trágicamente atada a la fugacidad.

Aleida enmarca su discurso en las insomnes horas del tiempo lineal, por esos sus tres capítulos se titulan a.m., p.m. y días. Y nos va adentrando en esos rieles en los que rígidamente se desliza el tren del pasado, presente y futuro. Y aparecen, poderosos, la nostalgia y la espera. Su nostalgia no es personal, es la de los pájaros, la de los ríos y las nebulosas siderales. Es la nostalgia de todo aquello que algo espera, desde el humildísimo grano de arena a las inteligencias cósmicas. Y la espera en este libro es esa emoción que está al acecho del retorno de no sabemos qué, ni de quién, pero es algo que vendrá a aclarar por qué nos lastiman tanto el olvido y la inclemencia del absurdo.

No me extraña que una joven comience su obra con poemas donde aparece la ausencia. No me sorprende porque me recuerda al gran poeta Paul Reverdy quien señaló: La ausencia es la madre de todos los poemas. Si, porque la ausencia es ese poderoso vacío que ha llevado a ciertos hombres y mujeres a la sabiduría y a la paz, y a otros a la poesía, como el caso de Aleida. La ausencia, que comúnmente paraliza y desgarra, es un vacío de algo indescifrable pero que en voz del poeta se vuelve fecundo, iluminador.

La sensibilidad de la autora toca el gran tema de la herida humana: sentirnos separados de la totalidad, de ahí ese sentimiento de abandono y carencia de algo indefinido. Para sanar ese hueco la poeta nos invita a recobrarnos en la metáfora, en la danza de imágenes nítidas que propone en este libro de estilo generoso, diáfano y preciso como la incertidumbre que lo anima.

Al viento lo que es del pájaro es un testimonio de la perplejidad del que se contempla en múltiples y fugaces espejos. Aquí está el ser que todo lo interroga porque se resiste al sinsentido. Aquí está el ser que finalmente busca a solas su rostro, o su extinción, en el lenguaje. Poesía existencialista. Aleida, con sus evocaciones, nos insta a formular cuestionamientos vitales: ¿Qué ser somos y hemos ido olvidando?, ¿qué seres llevamos en la voz?, ¿cuántos horizontes hemos sido?, ¿cuántas sombras? La poesía de Aleida nos ayuda a atraer el insomnio más sagrado: el que eleva su lámpara para atisbar con agudo atrevimiento los enigmas primordiales. Ustedes encontrarán en este breve pero intenso libro los sonidos más puros de la soledad cuando canta, cuando se hace inteligencia, hondura y verbo.

Aleida es una joven poeta que ha decidido unir las palabras de una manera única, y produce una rara belleza, y así responde al mundo que lacera, penetrando en el corazón de las cosas y de los otros. Al abrir ese libro verán la senda en la que Aleida transita en su búsqueda, y cómo ella nos invita a investigar la vida y su misterio. El misterio que, como decía Einstein, es la fuente del verdadero arte.

Otro acierto de Aleida es la brevedad de su libro, porque el tema que escogió así lo precisa. Además ya lo dijo Baltasar Garcián en el siglo XVII: lo breve y bueno es dos veces bueno. He aquí un pequeño libro de belleza grande que se sumerge con valentía en nuestros abismos y en nuestros indefinidos límites. Con el soporte de una dignísima edición, las revelaciones contenidas aquí invitan a cada lector a aprender un oficio inescapable: interrogar la profundidad propia, el recuperar la voz íntima y remota de cada uno.


En fin, celebremos la magia de la poesía, leyendo este libro que nos ofrece un canto inteligente de cuando el alma se vuelve un ave sensible y sola. Sí. Aleida lleva un ave dentro, no sabe si ese pájaro de agudo vuelo es su voz, o la palabra, o la vibración inexpresable del Espíritu. Lo que sí sabemos es que sobre esta joven se ha posado, venturoso, el ángel del lenguaje.

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